VII
El amanecer despuntaba el alba y
Changmin descansaba sobre las escaleras de mármol que daban a la playa con aire
pensativo, miraba el sol salir y fumaba con un aspecto relajado. A sus pies
había un montón de flores, joyas y monedas de oro cubiertas de cera con azúcar
apiñadas de forma irregular dentro de un viejo cofre de madera. Era una ofrenda
para el mar y para los padres de su bonito. Prometió que lo pediría
adecuadamente.
Estaban listos para zarpar y poder
interceptar a la tripulación Fénix en una semana y no podían retrasarlo más,
necesitarían toda la protección que el mar pudiese brindarles. Y si estaba bien
con los padres de Minho, cuidando de él se sentiría más confiado.
Le dio la última calada a su tabaco
y lo tiro a un lado antes de levantarse y tomar los tesoros, se adentró en el
mar hasta que la marea subió más allá de sus caderas y su ofrenda empezó a ser
devorada por las aguas como si supieran para quien era.
Las flores y los pétalos flotando
sobre el mar crearon un manto maravilloso y el brillo del oro producido por
esos primeros rayos de un nuevo día, al ser tragado por el agua, crearon una
visión mística.